Más que ayer y menos que mañana.

- Te quiero muchísimo
- ¿Tanto como para irte otra vez?
- Tanto como para quedarme... Y esperar.

Y no me fui, simplemente me alejé. Intente auto engañarme diciéndome a mi misma que eras un simple capricho, que no sentía nada en realidad por ti. Mentira, todo mentira. No sabes todo lo que pude y puedo llegar a sentir por ti. Mi ritmo cardíaco aumenta tan intensamente, que con tan solo escuchar tu nombre, el corazón se me sale del pecho sin pedirme permiso. Mi alma ha estado miles de veces a punto de saltar por la ventana. Es algo incontrolable. Es una mezcla entre tensión, adrenalina, euforia y dolor. Me aparte, sí, pero te veía escondida desde cualquier esquina de la ciudad, te veía sonreír, solo buscaba escuchar el sonido de tu risa para que me produjese ese cosquilleo tan especial que hacia recorrer mi cuerpo. Me robaste la sonrisa, y aún espero que me la devuelvas. Reconozco que eres la persona que más necesito, porque aparte de ser una persona irrefutable en mi vida, eres una de las pocas que se atreve a a ser sincera conmigo, por no decir la única.  Y aunque a veces decaiga, me hunda en el fango, y vuele a ras del suelo, cojo altura si te veo aparecer. Eres como una aspirina que calma mi dolor constante. Me retuerzo por las noches en mi cama, que anhela un poco de calor humano en días tan fríos como hoy. Quiero escribir con mi lengua en tu espalda un soneto raro, o algún verso de esos que tanto me gustan de Neruda. Eres una droga muy adictiva y muy difícil de remediar. Como ese éxtasis y esa nicotina, que cuanto más lo pruebas, más deseo tienes y dependes ya de ello para existir. Entiendes mis silencios más ruidosos y mis sonrisas más atrevidas. Me inspiras y aspiro tus suspiros. Conozco tu modo susurro, ese que hace que se erice cada poro de mi piel. Solo pido una dosis de ti, por pedir, podría pedir cada minuto de mi vida, pero solo pido una vez cada semana, cuando por tu mente aparezca mi nombre.